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EN MADRID HAY UNA CALLE LLAMADA DE GIL IMON

Entrega VI
Por Valentín García
Existe en Madrid una calle llamada de Gil Imón. Calle ella castiza dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, por los tiempos en cuando el duque de Osuna organizaba célebres bailes de añorada sociedad.
Acudía a tan solemne acto, la crema social, para poner en el escaparate familiar a lindas damitas como oferta casadera, que acudían ataviadas con su miriñaque de fino muaré, afectadas poses y  estudiadas sonrisas.
A las damitas de entonces se les dio por aplicar el apelativo de "pollas", que en el DRAE llevan, como cuarta acepción el significado de jovencitas.

El tal Don Gil, personaje de relieve,  aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad, en las revistas del corazón, en mentideros de notable condición, y como buen padre, atendía los deberes familiares de su posición.
Tenía el buen hombre, dos hijas en edad de merecer, feotillas ellas, no muy sobradas de gracejo, y hasta un tanto “tontuelas” y que se hacía acompañar a todos aquellos lugares a los que invitado era  en su condición de primera autoridad municipal  que él cumplía, no como tal, sino como primera autoridad familiar.

Al tiempo que D. Gil departía animadamente con los próceres de la actualidad,  sus pollitas les daba por  ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, y en sentadas esperaban que algún pollo en masculino (solía aderezarse con pera:"pollo-pera") se les acercaran, cosa improbable por la condición de fealdad que las adornaba.
La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de “tontuelidad” con D. Gil y sus pollas, en los mentideros de la madrileña sociedad.


Al tonto, a secas, suele llamársele: bambarria, menguado, zampatortas, chirrichote, rudo, zamacuco, papanatas, tolondro, ciruelo, zote, mamacallos, mameluco, majadero, zopenco, mastuerzo, borrico, tonto, necio, obtuso, imbécil, mentecato, idiota, torpe, lelo. Pero ¿cómo describir esa circunstancia tan compleja de “tontuelidad” inconsciente, atendiendo a lo dicho y siendo bien sabido que  el que es tonto y lo sabe no es tonto del todo, como explicación de mayor claridad?
Ante disyuntiva tan compleja, los bien humorados madrileños echaron la imaginación a volar para expresar la idea de “tontuelo”, tontaina, “tontucio”, “tontuelidad” integral e inconsciente, con mas malicia que bondad: ¡Ya está!: Gil (D. Gil)- y-pollas (las dos jovencitas hijas suyas) = gil-i-pollas.
Y de aquesta forma tan sutil y de impronta improvisación, surgió algo tan útil de facto vocabulario que emplea el necio mas necio  y el mas ilustrado.
Vale para todos, pues de todos es vocabulario, pues de cierto entendemos que ser gilipollas es sinónimo bien empleado que sirve para baja y alta alcurnia, para el mendigo y el potentado.
Nadie se ofenda pues si como tal es tratado, que siempre podrá echar mano al origen del vocablo: que D. Gil y sus pollas eran de familia de relieve como muestra la calle que le dedicaron. Aunque a mí me queda la duda, que si por alcalde se entiende que se es político, en política existe base donde aplicar el palabro.
Y aquí entro yo con intención de aclarar el verso, la prosa y la intención, pues la historia del palabro, es historia conocida, por lo que no es  casualidad, sino copia de fábula extendida.
La imaginación es amplia de recorrido y en buscando burla, se burla burlando. Eché mano de la leyenda pues me pareció bien darla en prebenda por lo curioso de su cuento y para quien no la conociera, pues en aquesto de burlar burlando, el pueblo llano es rico en vocabulario, y quien tuvo la ocurrencia de dar forma al palabro, bien se merece el reconocimiento de a los que nos entusiasma el ingenio literario.
Yo solo puse el añadido de la impronta del verso como sello propio y por echarlo de menos. No es mejor ni peor, sino diferente con seña propia de identidad que no tiene mas intención que la de entretener y comunicar.
Pido disculpas si me excedí en mi deseo de adornar en verso, historia  tan curiosa del nacimiento del palabro de D. Gil y sus pollas.

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